Entre cuevas y olivos
- Mayo Villasante

- 10 nov
- 2 Min. de lectura

Hace un tiempo encontré un reportaje que hizo Miquel de la Quadra-Salcedo sobre el Frente Polisario (1975) a pocos días de la ocupación del Sáhara Occidental por parte de Marruecos con la denominada Marcha Verde.
En el filme, los miembros del Frente Polisario se reúnen en cuevas donde hacen análisis de la situación y se forman en el marxismo leninismo propio de los movimientos de liberación nacional.
A su vez, la película de Basal Adra, “No other land”, (2024) retrata cómo las familias palestinas se trasladan a cuevas tras ser desplazadas de sus hogares por los colonos y el ejército sionista de Israel. Así, el Sumud o resistencia arraigada a la tierra es el principio ideológico de la supervivencia de la vida y cultura palestina frente al exterminio, dispersión, persecución y Genocidio que efectúa Israel con apoyo de sus aliados. El Sumud se ha simbolizado tradicionalmente con el olivo, una especie vegetal endémica con fuertes características para resistir en los contrastes del clima mediterráneo.
No hay que irse muy lejos para averiguar el potencial que tiene el olivo, domina nuestros paisajes. Además, compartimos con el paisaje palestino las cuevas que han sido, son y serán parte de la resistencia y la lucha por nuestros territorios, y que han servido de vivienda autoconstruida desde tiempos remotos.
Mientras que en 1936 se daba la Revuelta Árabe de Palestina, en España se iniciaba la Guerra de clases. Los barrios de cuevas como el Albaicín o el Sacromonte en Granada se convirtieron en refugios de la resistencia que posteriormente dieron lugar a las guerrillas antifranquistas. Estos barrios de excavaciones encaladas con sus plazuelas delanteras donde se reúne la vecindad han sido criminalizados y desalojados a lo largo de los años por los intereses políticos y económicos. En 1963, aprovechando unas inundaciones en Granada, el temor al derrumbe de las cuevas llevó al desalojo y dispersión de 12.000 cueveros que fueron reubicados en la periferia de la ciudad. Más cercano a nuestros días, en 2014, fue el intento de desalojo de las cuevas del Cerro de San Miguel Alto que sin orden judicial la Policía Local desalojó, detuvo e incluso deportó a los vecinos del barrio, derruyendo varias de las viviendas trogloditas. Todo por los intereses privados de los especuladores que procuran una Granada de souvenir con barrios sin gente y con cuevas destinadas al folklore de los tablaos flamencos.
Aunque lo que se está llevando a cabo en Palestina es un genocidio en curso y no es equiparable, el hecho de compartir tradiciones, paisajes, modos de habitar y luchas como es la defensa territorial, nos lleva a vincularnos desde lo común. Por ello, la lucha de Palestina es la lucha del resto de pueblos del mundo.




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