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Proyectando Sostenibilidad


La desigualdad es un hecho natural desde el mismo instante en que nacemos. Llegamos a este mundo en un lugar concreto y en un entorno determinado que no tuvimos oportunidad de elegir. En ese sentido, todos los seres vivos somos iguales: buscamos adaptarnos al entorno que nos toca. Pero el ser humano se diferencia del resto por su capacidad de poder establecer su voluntad y proyectar su futuro sin rendirse a que, necesariamente, el destino le marque su camino.


La necesidad define el destino y nos hace diferentes unos a otros: no todos tenemos las mismas necesidades por aquello de “que no es más rico quien más tiene, sino el que menos necesita”, y no todos necesitamos lo mismo. Lo que sí buscamos todos es el bienestar, algo a lo que aspiramos de forma natural. Y es la búsqueda del bienestar en todos los sentidos, la que nos hace evolucionar.


La Arquitectura, y en particular el Urbanismo, busca planificar el territorio de forma que permita esa evolución, y trata de hacerlo de una forma razonable y eficiente, aunque no siempre lo logremos.


La tecnología con sus herramientas nos permite resolver los problemas que se interponen en nuestro camino a la hora de lograr nuestros planes, pero los avances tecnológicos muchas veces avanzan más rápido que nuestras propias aspiraciones. Todo ello nos conduce, en ocasiones, a poner antes lo posible a lo razonable. Y eso hace que, en muchos casos, desarrollemos soluciones desproporcionadas o nada razonables porque podemos hacerlo. Somos capaces de irnos de vacaciones al otro extremo del planeta simplemente porque la movilidad actual y nuestra economía nos permiten hacerlo sin pararnos a pensar si ese rincón idílico que buscamos tan lejos quizá lo tengamos igual o mejor a pocos kilómetros de nuestra casa. La idiosincrasia de cada cual hace que nuestras diferencias aumenten porque los deseos de unos acarrean la marginación de otros. En el fondo, la riqueza, como sucede con la energía, ni se crea ni se destruye.


La clave está en alejarnos del pensamiento individualista, casi siempre egoísta, y recuperar el sentido común. Debemos utilizar la tecnología en beneficio colectivo y olvidar cualquier desarrollo que no sea capaz de demostrar que tiene sentido hacerlo para todos. Hay que dejar de comprar aguacates de otro continente cuando los tenemos aquí mismo; un precio más elevado es la condición que debemos asumir si aspiramos a un mundo cada vez más razonable.


Solamente seremos capaces de lograr ese objetivo si nuestros planteamientos los hacemos de forma sostenible, es decir, de forma que la satisfacción de nuestras necesidades no comprometan la capacidad de desarrollo de las generaciones futuras. Si somos capaces de vivir hoy pensando en mañana, podremos construir y desarrollar, poco a poco, un entorno cada vez con menos diferencias.


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