Sin querer, me vienen a la cabeza los dos modelos que hoy, todavía vigentes, pueden considerarse contrapuestos. El medieval, que aún perdura como modelo de crecimiento orgánico, y el planificado, surgido de los debates que nos brindó el Movimiento Moderno a comienzos del siglo pasado. Quizá hoy sean los dos modelos subyacentes sobre los que debatir para entrever un horizonte próximo. A pesar de las diferencias temporales y culturales, estos dos periodos ofrecen valiosas lecciones sobre cómo las ciudades se han formado y adaptado a lo largo del tiempo.
El Siglo XX vió el surgimiento de la planificación urbana moderna, influida en gran medida por la industrialización y el pensamiento modernista. Grandes proyectos urbanos como Brasilia y Chandigarh, representaron la ambición de diseñar ciudades desde cero, con una fuerte influencia de la geometría y la funcionalidad, avaladas por los debates del momento, que discutieron grandes arquitectos y urbanistas como Le Corbusier u Oscar Niemeyer. Todo ello con permiso de precedentes del Renacimiento como la Roma de Doménico Fontana.
En el otro extremo, la Edad Media estuvo marcada por ciudades orgánicas, en muchos casos fortificadas, muy vinculadas al comercio e intercambio y a la necesidad de exponer en las florecientes ciudades el resultado de los productos del campo, lo que dio lugar al maravilloso movimiento artesano y a los mercados. La topografía y la necesidad de defensa, unidas a la estrategia geográfica y a las comunicaciones, influyeron en la disposición de las ciudades medievales, dando lugar a calles sinuosas _una parcelación que hoy nos parece caprichosa, pero que no lo es_, y a plazas intrincadas. Ciudades situadas muchas veces en cruces de caminos que hoy resultan llamativos por la evolución que más tarde tuvo el transporte hacia otros derroteros muy diferentes. Florencia o Toledo son ejemplos notables de esa época.
El Urbanismo Informal comparte cosas con estas dos tendencias. Ambos periodos valoraban la comunidad y la adaptabilidad. Las ciudades medievales crecían en torno a plazas centrales que servían como puntos de encuentro y con el tiempo se extendieron más allá de sus murallas a lo largo de las principales rutas de comunicación. Del mismo modo, las comunidades planificadas del Siglo XX enfatizaron en la vida comunitaria y la necesidad de contar con espacios de relación y convivencia.
Sin embargo, también tienen diferencias notables. El urbanismo del Siglo XX tendía hacia una planificación centralizada, homogénea y uniforme, basado en un único modelo de convivencia algo imperativo. Por el contrario, en las ciudades de la Edad Media la adaptación, la evolución y el liberalismo eran muy constantes. Esto nos enseña que la planificación urbana debe encontrar un equilibrio entre la estructura y la flexibilidad. Es muy difícil hacer encajar a la sociedad humana en un modelo impuesto y único, de la misma manera que el crecimiento espontáneo puede derivar en el caos absoluto.
En la actualidad, observamos una tendencia hacia la incorporación de lecciones de ambas épocas en la planificación urbana. Ciudades de todo el mundo están adoptando enfoques más flexibles y comunitarios que permitan el desarrollo libre de sus miembros dentro de un determinado marco que permita la convivencia cívica. El urbanismo informal del Siglo XXI se enfrenta al reto de lograr un equilibrio entre la planificación estructurada y la capacidad de adaptación, valorando la cooperación, la individualidad orientada hacia el interés común, la igualdad de oportunidades, la sostenibilidad y la concienciación sobre el bienestar de las generaciones venideras.
El urbanismo informal del Siglo XX y de la época medieval ofrece una visión intrigante de cómo se han desarrollado y adaptado las ciudades en diferentes contextos históricos sobre los que tenemos que apoyarnos para planificar nuestro futuro. Será necesario aprender de aquellas tendencias y lecciones para avanzar hacia ciudades más habitables y sostenibles en el Siglo XXI, que mantengan vivo el espíritu de la comunidad y la adaptabilidad que ha perdurado a lo largo de la historia urbana.
Ambos casos deben servirnos de apoyo para construir un modelo sin renunciar a nuestro pasado, deben servir de aprendizaje para el urbanismo actual y futuro de forma que lo mejor de cada uno de ellos pueda dar lugar a un mix aparentemente informal, que en el fondo contará con una reflexión, un pensamiento positivo y un equilibrio alejado de los extremos.
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