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La vida está en los márgenes


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¿Dónde estaríamos ahora si hubiéramos incluido la vivienda entre las prioridades del estado del bienestar? 

Este es el gran marrón y hay que ponerse a ello de manera urgente. Pero pongamos atención a un segundo problema.


El latido urbano está en fase agónica. El urbanismo al servicio de un cainita mercado inmobiliario y las nuevas realidades virtuales, que nos atan a las pantallas más que a las aceras, hacen que las personas nos sintamos más indefensas y aisladas que nunca.


La filósofa Marina Garcés sugiere que vivir en lo común es la acción necesaria para generar ese maravilloso proceso que es crear relaciones que den sentido a nuestras vidas. Ese lugar tiene que ver con superar la disgregación y tomar la calle de nuevo, porque es allí donde surgirá la naturaleza de cooperación y, por tanto, nuestro bienestar, como hacen otras especies. 


Necesitamos pues poner esta reflexión en el foco de nuestra vida en la ciudad. Veamos pues algunas formas de recuperar el afecto hacia lo que tenemos en común.


Desde la lucha de las mujeres

 ¿Esta es la vida que me espera a mi aquí? Se lamenta una de las protagonistas de “Ellas en la ciudad”, documental de la arquitecta Reyes Gallegos Rodríguez, que dedica al movimiento de mujeres que levantó el barrio sevillano Parque de Alcosa. El filme cuenta la incansable labor de unas mujeres que se sentían prisioneras entre bloques de hormigón desde los años 70 hasta hoy. En este tiempo esas amas de casa han conseguido dotar a toda la comunidad de servicios públicos esenciales como médicos, colegios, mercado de abastos, plaza y jardines.


Lo que comenzó como un grupo de personas anotadas en talleres culturales se fue transformando en una asociación de combativas mujeres, “siempre estábamos detrás de la pancarta”, que dio identidad y memoria a un barrio. Con sus movilizaciones consiguieron arrancar a las autoridades municipales una infraestructura social pensada desde una perspectiva de género, y así brotó una vida en lo común que hoy está vigente y resulta integradora de todos los prototipos sociales. “Ellas me enseñaron otra forma de hacer ciudad que me acompañará siempre”, afirma Gallegos con voz quebrada al final del filme. Gran trabajo audiovisual. La desgracia es que este tipo de barrios, yermos e impersonales, sigue siendo la tónica de nuestros días.


Desde la unión contra la precariedad

El periodista británico Johan Hari nos habla en su libro Conexiones perdidas de la historia Kotti, un barrio del Berlín Occidental. Allí en 2001 una mujer turca anuncia su suicidio porque no puede pagar el alquiler. Con este punto de partida, el vecindario, hasta entonces disperso e individualista, formado por ancianas, musulmanes, punkies, gays… supera sus diferencias, que hasta entonces parecían insoslayables, y encuentra un nuevo lenguaje, una nueva actitud convivencial, que les permite empezar a escucharse con verdadera empatía. El movimiento vecinal se denominó Kotti & Co y supo transformar la diversidad en fuerza. Lo que comenzó como el gesto individual de una mujer desesperada se transformó en un acto colectivo, ganó visibilidad en medios de comunicación y atrajo la atención política. Pero obtuvo una segunda victoria: los vecinos dejaron de vivir aislados y aprendieron a cuidarse mutuamente. Kotti & Co demostró que la solidaridad puede convertirse en refugio.

Taina (una vecina) me dijo que en nuestras sociedades modernas si te sientes hundido, consiguen que pienses que eso sólo ocurre en tu casa. No tuviste éxito, no conseguiste un trabajo que te diera mucho más dinero. Eres un mal padre. Y de golpe, cuando salimos a la calle, mucha gente tomó conciencia de que «ey, ¡hay muchos como yo!»… Has de salir del rincón en el que estás llorando y empezar a pelear», relata Johan Hari.

Hay que luchar contra el individualismo sistémico que nos manipula para ser simplemente números en un sistema de producción y consumo. No queda otra.


Desde el activismo ecológico

Manon Turina y François Marques son dos jóvenes franceses que, encerrados en su casa durante la pandemia, se extrañan ante la ciudad vacía y sueñan cómo debería ser una ciudad ideal. Cuando se liberan del encierro, deciden viajar por el mundo  para encontrarla y exploran distintas iniciativas de activismo ambiental que les aproximen a la urbe anhelada. Ese trabajo de campo da lugar en 2023 al documental La belle ville, exhibido recientemente en Another Way Film Festival.


Entre ellas, descubren el paisajismo vertical impuesto por ley en Ciudad de México o Chicago, los personajes que han dedicado su vida a reconectar los barrios con la Naturaleza como el jardinero de guerrilla de Zurich. Y así llegan hasta el poder de los espacios verdes para crear comunidad. Marion y François nos descubren los Tiny Gardens de Bruselas donde se aprovechan los solares vacíos para crear espacios de conexión entre personas o los huertos urbanos de Paris, donde van a descansar las familias que viven en escasos metros cuadrados de vivienda. Son mucho más que espacios verdes. Allí se habla con otras personas, se aprende a cuidar la tierra, se siente la calidad del tiempo, se adquiere una nueva y más armónica forma de ver la realidad. 


Las historias de Parque Alcosa, de Kotti & Co y de La belle ville nos remiten a brotes de humanidad que surgen en los márgenes de la ciudad. En el centro, donde todo está planificado y previsto, es difícil que surja algo tan bello. Busquemos pues, sin miedo, en las lindes del espacio que habitamos cada día. Seguro que nos sorprenderemos.

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